
Lunes 17 de Marzo
Este es el consejo de quien lo ama, acójalo y póngalo fielmente en práctica.
La Regla de San Benito, «Prólogo»
En nuestro campamento diocesano tenemos muchas prácticas, pero una sola regla. Es nuestra Regla de Vida, que expresa cómo buscamos intencionadamente conectarnos con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la creación mediante palabras, acciones y actitudes. La primera noche de cada sesión del campamento de verano, antes de repasar cada sección, dedicamos un tiempo a explicar la idea de una Regla de Vida, especialmente en lo referente a nuestra vida en común en el campamento. Empezamos explicando que usamos la palabra regla para referirnos a algo como regular o tener hábitos regulares. Después compartimos a menudo este ejemplo: «Nuestra regla de vida es como un conjunto de amortiguadores en una cancha de bolos, pero para nuestra comunidad. Son simplemente un conjunto de prácticas para ayudarnos a todos a mantenernos en el camino de Jesús, cuidándonos los unos a los otros, a nosotros mismos y a nuestro lugar con generosas raciones de misericordia y gracia, por muy agotados o frustrados que nos sintamos unos con otros.»
La verdad es que todos en el campamento -desde los acampantes y los huéspedes hasta los monitores y los voluntarios- luchan por mantenerse en el camino del amor cuando viven, trabajan y descansan en espacios tan reducidos. Es por eso necesitamos practicar regularmente las guías de la Regla, individual y colectivamente, para fortalecer nuestros músculos espirituales y relacionales. Como un músico que practica las escalas una y otra vez, debemos practicar preferirnos unos a otros, elegirnos unos a otros, perdonarnos unos a otros y bendecirnos unos a otros, no solo una vez, sino todos los días, momento a momento.
Para reflexionar
¿Tiene una Regla de Vida? ¿La tiene su familia o su iglesia? ¿Cómo tener una Regla podría cambiar la vida en común de una de sus comunidades?
Martes 18 de Marzo
Averigua cuánto te ha dado Dios y toma de ello lo que necesites; el resto lo necesitan los demás.
San Agustín
Para muchos de nosotros, una de las cosas más difíciles de ver es cuánto nos ha dado Dios. Esto es comprensible en una cultura dominada por los influenciadores de las redes sociales que nos venden todos los productos imaginables junto con mensajes de escasez y necesidad. El teléfono, el reloj, la casa, el automóvil, las vacaciones son suficientes hasta que, de repente, dejan de serlo.
Lo mismo ocurre con nuestra vida en común, especialmente en la iglesia. Es fácil mirar a las iglesias más grandes, más jóvenes y más estables económicamente y desear tener lo que ellas tienen. Es fácil quedarse empantanado en el bucle de «si solo»: si solo tuviéramos un legado, si solo tuviéramos familias jóvenes, si solo tuviéramos un mejor equipo de transmisión en vivo. Pero «si solo» no es realmente el camino de Jesús, ¿verdad? Por el contrario, su camino son los panes y los peces, el pan crujiente compartido y una copa en común. El camino de Jesús es presencia local y bienes comunitarios. El camino de Jesús es cultivar la conciencia de la abundancia que ya se nos ha dado y luego ver quién necesita esos dones. ¿Tenemos edificios vacíos? ¿Quién busca un refugio, un lugar de reunión acogedor o una sede para su trabajo con los pobres? ¿Tenemos miembros jubilados? ¿Quién en nuestra comunidad necesita tutoría, asesoramiento empresarial gratuito o mentores para la crianza de los hijos? ¿Tenemos muchos terrenos? ¿Quién busca un lugar donde cultivar alimentos para su familia o para la despensa de alimentos? ¿Qué flora o fauna necesita un lugar donde florecer para no extinguirse? ¿Quién necesita un espacio verde para que sus hijos jueguen libremente? Todas nuestras iglesias tienen algo que Dios les ha dado en abundancia. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a alejarnos del «si tan solo» para compartir «lo que es»?
Para reflexionar
¿Usted o su iglesia lucha por distraerse con la pregunta «si solo»? Intente hacer una lista de los dones que ya tiene durante un mes e invite al Espíritu Santo a que le revele dónde hay abundancia. ¿Quiere profundizar más? Consulte los recursos de Llamados a la transformación en calledtotransformation.org.
Miércoles 19 de Marzo
Abba Moisés pregunta a Abba Silvano: «¿Puede un hombre sentar un cimiento nuevo todos los días?». El anciano respondió: «Si se esfuerza, puede sentar un cimiento nuevo en todo momento».
Silvano
Nuestro campamento diocesano tiene una pequeña granja educativa del tamaño de un mercadito. Ofrecemos programas durante los campamentos y las sesiones de retiro para cultivar productos y flores para nuestra cocina y venderlos en el mercado local de agricultores y mediante nuestro plan de agricultura respaldada por la comunidad (CSA). Cabe señalar que nuestras dos temporadas de mayor actividad -los campamentos de verano y la cosecha de la granja- coinciden. Ello significa que tanto el equipo de la granja como el del campamento empiezan a luchar casi al mismo tiempo en el verano. Repentinamente, hay quejas de los monitores cuando se les pide que canten «Pharaoh, Pharaoh» una vez más o que hagan otro brazalete de la amistad. Los granjeros empiezan a sonreír menos en el mercado y son un poco descuidados empaquetar las bolsas de la CSA. Es algo de mitad de temporada provocado por el calor, el cansancio y la repetición. Y, sin embargo, el trabajo requiere que cada vez que se les pida a los consejeros que canten, lo hagan como si fuera su canción favorita de todos los tiempos, con alegría y entusiasmo. Y el trabajo requiere que los agricultores sonrían y charlen con cada extraño como si fuera su nuevo mejor amigo.
Para los consejeros y los labradores, así es servir a Cristo en todas las personas. Pero al igual que nosotros no podemos recorrer la Cuaresma con amor y fidelidad solos, ellos tampoco pueden pasar el verano solos. Solo mediante la luz de Cristo dentro de nosotros y de los que caminan con nosotros podemos poner un nuevo cimiento de amor y misericordia momento tras momento. Solo cuando recordamos que Dios nos ha dado ayudantes -la presencia del Espíritu Santo y cada uno de nosotros- podemos encontrar los recursos que necesitamos para caminar más lejos de lo que jamás podríamos caminar o cantar o sonreír por nosotros mismos.
Para reflexionar
¿Quién o qué lo ayuda a sentar un cimiento cuando lucha por servir a Cristo en todas las personas?
Jueves 20 de Marzo
Es responsabilidad del abad o de la priora tener una gran preocupación y actuar con toda rapidez, discernimiento y diligencia… debe darse cuenta de que ha asumido el cuidado de los enfermos, no la tiranía sobre los sanos.
La Regla de San Benito
A principios del siglo XX, la industrialización tuvo un gran impacto sobre las prácticas agrícolas, estadounidenses, como lo hizo en casi todo en el mundo occidental. Las grandes máquinas, los productos químicos de acción rápida y la tiranía de lo urgente sustituyeron las prácticas agrarias lentas y constantes del pasado. Más de cien años después, podemos evaluar el daño que muchos de estos avances infligieron a las tierras de cultivo, las praderas, los bosques, las cuencas hidrográficas y el clima. Ahora, debemos decidir: ¿cómo vamos a vivir frente a este daño?
Aquí es donde nos ayuda ser seguidores de un Cristo resucitado. Somos gente de Pascua. Creemos en la transfiguración de lo que es. Frente a la muerte y la destrucción, no tenemos que empezar de cero; solo necesitamos transformar lo que ya tenemos. Aquí es donde entran en juego las prácticas agrarias regenerativas. La agricultura regenerativa se centra en la salud del suelo, esforzándose por trabajar con la creación en lugar de contra ella. Parece funcionar al revés, deshaciendo el daño remplazando y permitiendo que aquello que fuera despojado florezca. Debemos encontrar formas de dejar que la tierra que tenemos descanse, se restaure y sane. Debemos cuidarla como cuidamos a un niño pequeño cansado con un algo para comer y una larga siesta. Debemos hacer lo mismo los unos con los otros.
Jesús nos ordena amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo, y creo que esto incluye los terrenos de nuestro prójimo. Sin embargo, no nos amamos bien a nosotros mismos. Empujamos y exigimos y extraemos trabajo y agotamiento de todos, incluso de nosotros mismos. Si dejamos que la tierra descanse, también tendremos que descansar nosotros. Tendremos que dejar descansar a nuestro prójimo. Tendremos que cambiar nuestra mentalidad de lo que es el éxito, alejándonos de la productividad y acercándonos a un florecimiento basado en el descanso.
Para reflexionar
¿Quién o qué en su vida o en su comunidad necesita descansar? ¿Es un hábito, una persona o un programa? ¿Quién o qué necesita detenerse para que la regeneración pueda iniciar su trabajo sagrado?
Viernes 21 de Marzo
Abrirse a la labor del Espíritu, tanto individual como comunitariamente, es vital y vivificante. Sin ella, habrá una persona cerrada, una comunidad cerrada.
Esther De Waal, Un camino que da vida
A mi amigo Anthony y a mí nos encanta cultivar cosas. Nos encanta salir por la puerta de atrás y cosechar fruta o verdura fresca de los árboles, arbustos, tallos y enredaderas. Pero vivimos en extremos diferentes del país y, aunque ambos vivimos en estados conocidos en parte por la agricultura, lo que crece en nuestros huertos es muy diferente. Por ejemplo, él puede salir por su puerta de atrás y disfrutar de limones y naranjas. Yo puedo salir por mi puerta de atrás y llenarme de castañas y pacanas. Ambos somos cultivadores, pero el fruto de nuestros esfuerzos es muy diferente.
Aprender a plantar lo que crece en su tierra y en su clima es un reto para todo jardinero, agricultor, activista del cuidado de la creación y ministro agrario. Un reto similar es aprender a sentirnos cómodos en nuestras comunidades en lugar de forzarlas a ser lo que desearíamos que fueran. Apoyar ministerios aptos para crecer en nuestro suelo y clima, en lugar del suelo que desearíamos tener, es fundamental para el florecimiento de todos. Es por ello que la Agencia Episcopal de Alivio y Desarrollo trabaja con agricultores locales en zonas propensas a la sequía en prácticas agrícolas sostenibles para crear más resiliencia al cambio climático.
Sin crear un medio totalmente falso y fabricado, jamás podré cultivar limones como Anthony, ni él podrá cultivar castañas como yo. No son auténticos en nuestros hábitats. La pregunta para todas las personas y comunidades de fe no es: “¿Qué queremos que Dios cultive aquí?”, sino: “¿Qué quiere Dios que crezca en el suelo que tenemos?”. ¿Qué talentos y recursos hay en este lugar, tiempo y clima? ¿Cómo podemos catalizar el cambio y el desarrollo aprovechando los activos y las capacidades existentes de nuestra gente y de las comunidades circundantes? Y, tal vez lo más importante, ¿estamos dispuestos a abrir nuestros corazones y nuestra imaginación a esa labor?
Para reflexionar
Piense en sus oraciones o en las oraciones de su comunidad por el crecimiento. ¿Ha predeterminado cómo es el crecimiento? ¿O necesita reorientarse hacia donde el Espíritu Santo ya está trabajando?
Sábado 22 de Marzo
Cuando vivamos en comunidad, elijamos la obediencia en lugar de la disciplina, porque la segunda enseña arrogancia, mientras que la primera exige humildad.
Sinclética
La palabra obediencia proviene de la raíz latina de obedire, que significa «escuchar», pero la palabra también se usaba comúnmente para significar “prestar atención a”. Cuando la sabiduría de las Escrituras, de los santos o de las madres y padres de las tierras salvajes, nos llama a «obedecer», nos está retando a escuchar con atención.
El concepto de disciplina también tiene más de un significado. Algunos oyen “disciplina” y piensan en el autocontrol: nuestras dietas, rutinas de ejercicio o prácticas de ayuno. Otros piensan en el castigo, a menudo físico, que es, desgraciadamente, la forma en que muchos monjes utilizaron erróneamente el término con más frecuencia en el siglo XIII.
Pero con una comprensión más auténtica, me he tomado la libertad de reescribir las palabras de Sinclética: Cuando vivamos en comunidad -en casa, en la iglesia, en la escuela, en el trabajo y en el vecindario- elijamos escucharnos y prestarnos atención los unos a los otros y a nuestros propios corazones, en lugar de castigarnos física, mental o emocionalmente a nosotros mismos o a los demás, porque esto último enseña arrogancia, mientras que lo primero exige humildad.
En esta Cuaresma, ¿cómo luciría hacer una pausa, escuchar y prestar atención profunda cuando nos sintamos tentados a castigarnos, castigar o criticarnos a nosotros mismos o a los demás? Quizá esta Cuaresma, en lugar de renunciar al chocolate o al vino, dejemos de lado la autocrítica y el juicio severo de quienes nos fastidian y, en lugar de ello, intentemos escuchar con el corazón de Cristo lo que hay debajo de esas cosas que tendemos a disciplinar.
Para reflexionar
¿Dónde podría empezar a escuchar más y castigar o criticar menos? ¿Cómo podría cambiar la relación o la experiencia comunitaria?