Tema: En nuestras lecturas del leccionario dominical de esta semana, y en las reflexiones diarias, consideraremos los temas de la fe viva y el amor relacional.

Lecturas del leccionario dominical

• Génesis 12:1-4a
• Romanos 4:1-5, 13-17
• Juan 3:1-17
• Salmo 121

En este video, Catherine, promotora principal del programa de desarrollo de la primera infancia Momentos que cuentan, habla del significado y el impacto de ese trabajo y de su esperanza para las familias participantes. El programa se centra en enseñar no solo a los niños sino también a los cuidadores y a la comunidad.

Preguntas de reflexión: 

• ¿Qué le llamó la atención en el video? ¿Por qué?
• ¿Cómo responde el video a la pregunta “¿Quién es mi prójimo?”
• Ante la necesidad y la dificultad abrumadoras, Catherine dice: “Amo lo que hago”.
  • ¿Cómo vive Catherine su fe?
  • ¿Qué papel desempeñan las relaciones en su trabajo?
  • ¿De qué recursos y puntos fuertes dispone Catherine?

• La oración de Catherine para los cuidadores es que “tengan espíritu y determinación” y que compartan ese espíritu así como el amor y la paciencia con los niños.
  • ¿Cuándo ha encontrado espíritu y determinación cuando lo ha necesitado?
  • ¿De qué manera el hecho de recibir paciencia y amor de los demás ha contribuido a moldear su vida?
  • ¿Cómo podría compartir un espíritu de determinación, amor y paciencia con los niños de su comunidad?
• El video nos recuerda que el cuidado de los demás requiere que practiquemos la paciencia y el amor abnegado. En el cuidado hay tanto dificultad como alegría.
  • Al reflexionar sobre esta historia, ¿hay algún anhelo que Dios esté sembrando en su corazón?
  • ¿Se siente atraído por alguna otra reflexión o acción sobre el cuidado o el amor relacional?

‘Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. En efecto, Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él’.
— Juan 3:16-17

Jesús invoca la historia de Moisés y la serpiente de bronce al describir su ministerio. El pueblo de Israel que se quejaba en el desierto rompió su relación con Dios, y el sufrimiento de la plaga de serpientes les recordó que debían volver a Dios. Todos los que cambiaron su mirada de las serpientes que les mordían al símbolo de la liberación de Dios que Moisés había levantado se salvaron.

Jesús ve su ministerio como uno de liberación y misericordia. Explica que no ha venido a condenar sino a salvar. La salvación que ofrece no es una victoria política, religiosa o militar en este mundo. Advierte a sus seguidores que el camino no será fácil, que incluirá sufrimiento. La salvación que Jesús ofrece es algo mucho mayor. La vida eterna que encontramos en Jesús no es algo que empieza cuando morimos; es un cambio de mirada que transforma la forma en que vivimos ahora.

Como el pueblo de Israel en medio de serpientes venenosas, nos encontramos en medio de tiempos peligrosos y aterradores. Nos acosan en todo el mundo las crecientes catástrofes naturales, la amenaza del cambio climático, los conflictos, el aumento del odio, el nacionalismo y la división. Jesús se ofrece a sí mismo para que podamos dirigir nuestra mirada a Jesús y ver el amor interminable y abrumador de Dios por nosotros. Jesús llama a sus seguidores no solo a creer, sino a permitir que esa creencia nos transforme y nos envíe a ser agentes de ese mismo amor que nos capacita. Estamos llamados en estos tiempos peligrosos y alarmantes a descubrir que todos son nuestro prójimo y que formamos parte del movimiento de amor de Dios.

¿Qué acto de amor puede hacer hoy? Dedique un tiempo a rezar para que Dios le dé ojos para ver las oportunidades que Dios pone hoy ante usted. Dedique tiempo a pensar en el amor de Dios por usted para que, restaurado y alimentado, esté listo para servir.

El Señor le dijo a Abraham: “Vete de tu país, de tu familia y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación y te bendeciré… y en ti serán bendecidas todas las familias de la tierra”.
— Génesis 12:1-2a, 3b

De niño, recuerdo que me quedaba perplejo al ver por qué Dios alababa a Abraham por su fe. Parecía un trato muy dulce el que Dios le ofrecía: ir de viaje y convertirse en el padre de todas las naciones. ¿Quién no diría que sí a eso? ¿No era una barra muy baja para la fe? Ahora, como adulto, veo a Abraham como alguien al que se le pide que deje todo y a todos los que ha conocido para salir a un desierto peligroso y seguir a un Dios que es nuevo para él. El costo de decir sí a Dios es elevado y me pregunto cómo lo hizo.

Los niños ven las cosas de otra manera. Sus vidas están llenas de cambios. Sus cerebros están cableados para probar cosas nuevas, para hacer preguntas, para preguntarse. Como adultos, estamos listos para calcular el costo, y el costo del cambio puede parecer insuperable. A menudo descartamos la perspectiva de los niños como una tontería. Pero Jesús nos dice que no podemos entrar en el reino de los cielos sin que adoptemos la perspectiva de los niños. Si pudiéramos aprender de los niños, recordar cómo se juega, valorar la aventura y observar con asombro la creación que nos rodea. ¿Sería más fácil para nosotros seguir a Jesús?

A veces Abraham pierde su fe. A lo largo de la difícil travesía de su vida, solo consigue ver el atisbo de esperanza de que la promesa de Dios se cumpla. Hoy en día, más de la mitad de la humanidad es seguidora de las confesiones abrahámicas (cristianismo, islamismo y judaísmo). Estamos llamados a la fe y a la confianza en Dios, no a una fe ciega, sino una fe juguetona y aventurera. Estamos en una relación con Dios cuyo amor y fidelidad hacia nosotros son más de lo que podemos imaginar.

¿Qué oportunidades le está dando Dios hoy, para preguntarse, para jugar, para buscar la aventura? ¿Cómo podría entablar una conversación con los niños y jóvenes de su vida para aprender de ellos? Hable con su niño interior sobre su vida actual y sobre lo que Dios podría estar llamándole a hacer.

El amor no es un estado de cuidado perfecto. Es un sustantivo activo como la lucha. Amar a alguien es esforzarse por aceptar a esa persona exactamente como es, aquí y ahora.
— Fred Rogers 

La palabra prójimo y el Sr. Rogers están inextricablemente unidos para quienes crecimos como sus vecinos de televisión. Como pastor presbiteriano en Pittsburgh, dedicó su carrera a enseñar a los niños a ser buenos vecinos. Sin hablar directamente de Dios, el Sr. Rogers formó a dos generaciones de niños con la idea de que son amados, de que importan, de que pueden manejar sus emociones y de que pueden extender sus manos a los demás con amor y comprensión.

Fred Rogers nos recuerda que el amor no es un destino o un estado del ser al que llegamos, sino algo en lo que trabajamos si lo elegimos. De las diferentes palabras para referirse al amor en el griego antiguo, la palabra ágape significa el tipo de amor que Dios tiene por nosotros y que estamos llamados a tener los unos por los otros. Ágape es único respecto a otros tipos de amor (como el amor romántico o el amor de familia) porque se elige y es desinteresado e incondicional.

Jesús, mediante sus enseñanzas, sus parábolas, sus acciones y su propia vida, nos muestra lo que es este amor ágape. En la parábola del buen samaritano, vemos que Dios nos llama a ver a todas las personas, especialmente a las necesitadas, como nuestro prójimo, y que el tipo de amor que debemos compartir con nuestro prójimo es el amor ágape.

Espero que recuerdes, incluso cuando te sientas triste, que eres tú quien me gusta, eres tú mismo, eres tú. (Fred Roger, letra)

¿Hay alguien en su vida a quien le cueste amar y aceptar como es? ¿Es capaz de amarse y aceptarse a sí mismo? Dedique un tiempo a la oración y pida a Dios que le ayude a verse y a amarse a sí mismo y a los demás como lo hace Dios.

Respondió Jesús: ´De cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es… El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni adónde va; así es con todo aquel que es nacido del Espíritu”.
— Juan 3:5-8

Nicodemo se acerca a Jesús en plena noche. Se siente atraído por Jesús, pero se esfuerza por comprender, tomando todas las palabras de Jesús literalmente. Intenta averiguar cómo se puede nacer literalmente por segunda vez y responde a esta nueva explicación de Jesús con “¿Cómo pueden ser estas cosas?”

Una de las críticas de Jesús a la élite religiosa, a la que pertenece Nicodemo, es que siguen la letra de la ley de Dios pero ignoran su significado. La práctica religiosa, el ritual o la tradición se habían vuelto más importantes para los que estaban en el poder que las obras de misericordia, amor y justicia. La crítica de Jesús al sistema religioso resuena a través de los tiempos.

Pero Jesús tampoco se da por vencido con Nicodemo. Sigue intentando ayudarle a entender. Estamos llamados a ser más de lo que nuestra naturaleza humana quiere que seamos. Estamos llamados a ser hijos del mismo Espíritu de Dios. ¿Y entonces qué? ¿Qué pasaría si nuestras identidades estuvieran verdaderamente moldeadas por el Espíritu de Dios y fundadas en él? ¿Qué más sería posible? ¿Podríamos arriesgar y no perder la fe? ¿Podríamos servir y no cansarnos? ¿Podríamos aferrarnos a la aventura y al asombro? ¿Podríamos ver el mundo y a nuestro prójimo como lo ve Dios? ¿Podríamos encontrar la verdadera humildad?

Dedique hoy un tiempo al silencio o a escuchar música sagrada. Escuche el movimiento del Espíritu Santo. Responda a su experiencia del Espíritu haciendo arte, tocando música, cantando, escribiendo o mediante su trabajo de hoy.

Alzo mis ojos a las colinas; * ¿de dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor, * el creador del cielo y de la tierra.
— Psalm 121:1-2 

El Sr. Rogers a menudo compartía el consejo en tiempos de “buscar a los ayudantes”. Al ver a Dios actuando en quienes nos rodean en medio del sufrimiento, nos sentimos más capacitados para encontrar esa misma fuerza, inspiración, esperanza y amor en nuestros propios corazones.

Cuando viví en Sudán del Sur, conocí a muchos ayudantes extraordinarios. Una ayudante me inspiró especialmente. Se sintió profundamente conmovida por la difícil situación de las niñas que vivían en la calle y que a menudo sufrían abusos, y abrió su casa para apoyar a las niñas enseñándoles las habilidades (como la higiene básica) que necesitaban antes de poder ser matriculadas en la escuela. Amaba a las niñas y las ayudaba a encontrar seguridad, salud y educación. No fue un camino fácil. Para muchas de las niñas, ella era el único adulto en sus vidas que las amaba y protegía de verdad, y eso también significaba que era la única con la que podían enfadarse sin riesgo. La sustituí un solo día cuando tuvo que salir de la ciudad, y estaba tan poco preparada para manejar la situación que tuve que darme un respiro. Más tarde me reí con ella y con algunas de las niñas al respecto.

Aprendí que estamos llamados a actuar con amor incluso cuando estamos totalmente desprevenidos para las tareas que se nos presentan. Me mostró que ante situaciones de sufrimiento masivas y aparentemente insolubles, siempre hay algo que se puede hacer. ¿De dónde viene nuestra ayuda? Dios nos ayuda cuando buscamos ser los ayudantes.

¿Quiénes son los ayudantes que le han inspirado? ¿Cuándo ha sido usted un ayudante para otra persona? ¿Cuándo le ha ayudado Dios con la esperanza o la fuerza que necesitaba en un momento difícil?

Dice San Pablo: el que cumple con el amor cumple toda la ley, porque no robarás, no matarás, no harás mal a otro; todo eso está comprendido en una sola palabra: “Amarás a tu prójimo”… Si hubiera amor al prójimo, no existirían terrorismos, ni represión, ni egoísmos, ni desigualdades tan crueles en la sociedad, ni secuestros, ni crímenes.
— Arzobispo Oscar Romero, 10 de diciembre de 1978

Pensamos que los mártires existen principalmente en los tiempos de la iglesia primitiva, pero en el siglo XX hubo más mártires cristianos que en todos los siglos anteriores juntos. Uno de esos mártires es el arzobispo Oscar Romero de El Salvador, que fue abatido por un francotirador mientras celebraba la eucaristía el 24 de marzo de 1980. El ministerio de Romero como arzobispo de El Salvador sólo duró tres años. Sin embargo, en esos tres años inspiró profundamente a su pueblo, y a gente de todo el mundo, con su determinación de denunciar la opresión y la violencia que su gobierno ejercía sobre su pueblo, y de acompañar a los pobres y a los que sufrían más profundamente.

El amor impulsó a Romero a un tipo de vida diferente a la que había vivido antes. En el dolor y el amor, encontró su valor y su voz. Romero tenía una visión clara de lo que significa ser un prójimo, y en las circunstancias que rodearon su ministerio, comprendió que vivir esta visión de amor al prójimo le costaría la vida. Si nosotros también amáramos al prójimo de verdad, nos dice Romero, el mundo sería un lugar diferente.

¿Qué le impide decir verdades difíciles? ¿Qué le impide conocer a alguien que tiene una ideología diferente o viene de una cultura distinta a la suya? ¿Qué le impide servir a los necesitados? Rece para que Dios le inspire a ver estas barreras como meros obstáculos en su camino y le dé todo lo que necesita para continuar en el Camino del Amor.