
Lunes 7 de Abril
“La queja es el ácido que marchita nuestra alma y el alma de la comunidad que nos rodea”.
Sor Joan Chittester, La Regla de San Benito
Nada asusta tanto a los bibliotecarios como una daga en el corazón que el temible monstruo conocido como la humedad. Si se pone un solo libro húmedo en las estanterías, con el tiempo puede infectar a todos los libros. Oculta en las estanterías, la humedad se convertirá en moho, que se expandirá y reproducirá silenciosamente, viajando de libro en libro hasta que alguien note el fuerte olor a moho y haya que tirar toda una sección de libros a la basura.
Creo que la humedad y la queja son dos caras del mismo monstruo. He visto cómo una queja húmeda, amarga, sarcástica y murmurante tiene el mismo efecto en una comunidad, extendiendo el moho de la discordia o un espíritu de ingratitud, infectando conversaciones, actitudes y resultados. Cuando trabajaba en una biblioteca, solo se permitía volver a guardar un libro húmedo después de que se hubiera secado, inspeccionado y limpiado completamente.
La Cuaresma es un tiempo que nos brinda a todos la oportunidad de evaluar nuestros hábitos y actitudes, incluyendo nuestra tendencia a diseminar nuestras quejas y refunfuños, y de buscar en su lugar prácticas espirituales como el silencio, la quietud y el autocontrol que nos reorienten hacia la mente de Cristo y la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones y en nuestros labios. Este es un momento de nuestra vida en común en el que podemos parar, arrepentirnos y empezar de nuevo, eligiendo con gran intención y cuidado las palabras que pronunciamos y oímos.
Para reflexionar
¿Dónde se manifiestan las quejas en su comunidad? ¿Cómo puede elegir o fomentar un enfoque diferente?
Martes 8 de Abril
Ofrece consejos con la deferencia de la humildad y no presumas defender obstinadamente tu punto de vista.
La Regla de San Benito
Hace varios años, nuestra familia pasó un año intentando vivir el mayor número posible de prácticas de la Regla de San Benito. Lo hicimos en parte porque yo estaba escribiendo un libro sobre el experimento y porque mi marido, Nathan, y yo sentíamos que nuestra familia estaba en una encrucijada y necesitaba volver al principio. Necesitábamos tomarnos el tiempo necesario para identificar la vocación y los valores de nuestra familia y después alinear nuestros actos. Necesitábamos incorporar prácticas como la quietud, el silencio, el servicio, la oración, el ayuno y la humildad a nuestra vida en común. Algunas funcionaron, otras fracasaron y algunas perduran hasta hoy.
Una de las prácticas que hacemos continuamos es Escucharnos Mutuamente en la cocina. Nathan y yo tuvimos un desacuerdo sobre la cocina durante la primera mitad de nuestro matrimonio. A él le gusta seguir una receta hasta el más mínimo detalle, mientras que yo prefiero leer las recetas como sugerencias. Nathan va al supermercado con una lista de ingredientes; yo abro la alacena y me las arreglo con lo que encuentro. Él pica una cebolla con precisión; yo simplemente la pico como venga. Al practicar Escucharnos Mutuamente en la cocina, todos tenemos que estar dispuestos a escuchar y aprender. Lo hacemos turnándonos para ser «chef» y «ayudante del chef». La regla principal de esta práctica de Escucharnos Mutuamente era que el ayudante del chef no podía criticar las instrucciones, la receta o la técnica del chef y que el chef no se pondría a la defensiva si su ayudante le hiciera preguntas para aclarar dudas. En lugar de ello, cada uno se comprometía a asumir la buena voluntad del otro, picando, revolviendo, liderando y siguiendo desde un lugar de amor en lugar de estar a la defensiva. Necesitamos cerca de seis meses de práctica intencionada para desarrollar los músculos de humildad y confianza necesarios para cocinar codo con codo como iguales, pero la transformación se produjo. Es notable como eso funciona.
Para reflexionar
¿Qué relaciones en su vida –en el hogar, en la iglesia y en el trabajo- podrían beneficiarse de una práctica intencional de Escucharse Mutuamente?
Miércoles 9 de Abril
Cuando Dios creó a los seres humanos, les ordenó que trabajaran en las cosas creadas.
Hildegarda de Bingen, Libro de los méritos de la vida.
Los escritores y lectores tendemos a idealizar la vida agraria. Nos encanta escribir y leer sobre los momentos trascendentales de observar a las abejas en un girasol o cómo un tomate madurado al sol tiene el sabor del amor de Dios sin el aguijón de la abeja o la mancha del jugo del tomate en una camisa blanca y limpia. La verdad es que la vida rural a menudo puede ser aburrida, sudorosa, sucia y repetitiva. Cuanto más ecológicas sean sus prácticas, cuanto más honre a la creación, más tiempo le llevará. Cuantos menos productos químicos utilice en un huerto, más malezas tendrá que arrancar. Cuanto más alimentado con pasto quiera que sea su ganado, más tendrá que rotar y mover cercas. A menudo es un trabajo lento, sucio y repetitivo. No son cosas que me gustan especialmente, pero sé que son cosas que mi alma requiere. Necesito la transformación que proviene de hacer lo que quiero hacer en teoría, pero que en realidad no lo quiero hacer en la práctica. Necesito el espacio en mi cuerpo, mente y alma que crea la repetición, un espacio que permite al Espíritu Santo hablar y moverse en mi corazón. Necesito el huerto, las gallinas y las estaciones. Necesito arrancar malezas, mover cercas, desgranar guisantes, lavar huevos y enlatar tomates. Una y otra vez.
El trabajo rítmico y repetitivo es bueno para todos nosotros, juntos y solos. Esta sabiduría es parte en nuestra tradición anglicana. Parte del trabajo de la liturgia es crear este mismo tipo de espaciosidad en todos nosotros. Por eso es importante que nos presentemos a la tarea familiar de la mesa, cantando muchas de las mismas canciones y rezando muchas de las mismas oraciones, una y otra vez. Cuando volvemos a pasar la paz, volvemos a partir el pan, volvemos a arrepentirnos, volvemos a lavarnos los pies los unos a los otros, estamos haciendo cosas que no requieren mucho pensamiento analítico. Los movimientos y las palabras son tan familiares como bañarse o lavar los platos. Es aquí, mientras nuestros cuerpos y mentes están distraídos, donde nuestros corazones tienen la oportunidad de abrirse, creando espacio para la labor del Espíritu Santo.
Para reflexionar
¿Cómo puede crear espacio? ¿Hay alguna tarea o práctica espiritual que lo pueda ayudar?
Jueves 10 de Abril
Estamos puestos en este mundo, y es en y a través de este mundo, no negándolo, como llegaremos a conocer a Dios.
Esther De Waal, Un camino que da vida
Cuando nuestro hijo mayor tenía catorce años, nos dijo que era homosexual. Mientras que estaba en la universidad, empezó una relación comprometida con un chico maravilloso que también era transgénero (y que desde entonces ha pasado a ser un miembro muy querido de nuestra familia). A lo largo de los años, nuestra familia ha seguido creciendo y cambiando, y ahora nuestros cuatro hijos se identifican como LGBTQ de alguna manera.
Como muchas madres, tenía expectativas para el futuro de mis hijos, la mayoría de ellas basadas en mis experiencias como cisgénera, heterosexual, blanca y de clase media de Estados Unidos.
Pero a medida que se revelaba la creación única de cada uno de nuestros hijos, se me presentaba una alternativa. Podía aferrarme a mis expectativas sobre cómo serían sus vidas -y nuestra vida en común- o podía dejar de lado mis expectativas y abrir mi corazón e imaginación a una nueva realidad, un nuevo mundo, poblado por mis seres humanos favoritos de este planeta. Si hubiera negado su verdad y me hubiera aferrado a mis expectativas sobre quiénes o qué serían, habría pasado el resto de mi vida perdiéndome la belleza y los dones de lo que son. Y también me habría perdido la manifestación única de lo Divino -la Imago Dei, la Imagen de Dios- que hay en ellos.
Solo en y a través de este mundo, un mundo en el que mis hijos y los hijos de ustedes son su yo auténtico, y no negándolo, he empezado a entender lo que significa cuando decimos que creemos en un Dios dador de vida, amoroso y liberador que lo da todo, lo reúne todo y lo atrae todo hacia la plenitud compartida.
Para reflexionar
¿Hay alguna parte de su mundo o de su vida diferente de lo que esperaba? ¿Qué podría aprender sobre el amor y la naturaleza de Dios a través de este cambio?
Viernes 11 de Abril
Dejen que los hermanos, dondequiera que se encuentren entre los demás, sirvan o trabajen.
San Francisco
Exhalar estimula el sistema nervioso parasimpático, que controla la respuesta de relajación del cuerpo. A menudo, cuando uno oye suspirar a alguien, no es necesariamente un comentario no verbal sobre alguien o algo. Más bien, es la forma que tiene el cuerpo de regular el sistema nervioso y ayudarlo a relajarse.
Una vez, durante una temporada de grandes cambios para ambas, mi buena amiga Marna empezó a decir: «¿Y si eso pudiera ser fácil?». «Eso» era aplicable a todas las preguntas que nos hiciéramos o retos que enfrentáramos en ese momento. La pregunta de Marna no era melancólica ni deseosa. En vez, era un reto para reorientar nuestras expectativas. En lugar de esperar resistencia y negatividad, ¿qué pasaría si confiáramos en la abundancia de Dios y cambiáramos nuestros enfoques y perspectivas? ¿Y si, en lugar de ver nuestros retos como montañas demasiado difíciles de escalar, esperáramos a que se abriera ante nosotros un camino más claro, confiando en que, cuando llegara el momento, tendríamos todo lo que necesitaríamos -dentro de nosotros mismos y en nuestras comunidades- para seguirlo? ¿Y si dejáramos de presionar y engatusar, de intentar forzar y apresurar los tiempos del Espíritu Santo y nos presentáramos fielmente a diario, preparando la cena, dirigiendo el culto, recogiendo a los niños del béisbol, paseando a los perros y orando la oración de la mañana hasta que se presentaran las respuestas? De alguna manera, la frase «¿Y si so pudiera ser fácil?» se convirtió en una especie de exhalación espiritual, una forma de practicar ese viejo adagio cristiano: «Suelta y deja que Dios». Se convirtió en una forma de abrir mi corazón y mis manos a otro camino que no podía ver por mí misma.
A lo largo de los años, decir esta frase cuando me sentí bloqueada o abrumada me ayudó mucho. Me ayuda a trabajar y servir independientemente de dónde y con quienes esté, al ritmo que sea y con las herramientas que tenga a mano.
Para reflexionar
¿Hay algún reto o problema en su vida que lo haga sentir como si estuviera empujando una roca cuesta arriba? ¿Podría practicar este ejercicio de exhalación espiritual durante el resto de la Cuaresma?
Sábado 12 de Abril
Y que de tal modo anuncien y prediquen a todas las gentes su alabanza, que, a toda hora y cuando suenen las campanas, siempre se tributen por el pueblo entero alabanzas y gracias al Dios omnipotente por toda la tierra.
San Francisco, Carta a todos los custodios
Hace unos años, mi marido me regaló un reloj inteligente para Navidad. Yo había insinuado nada sutilmente que me lo regalara, pensando que tener un reloj inteligente podría ayudarme a rezar formalmente los Oficios Diarios de Oración Matutina, Oración de Mediodía, Oración Vespertina y Completas. El plan consistía en programar alarmas en mi reloj que me recordaran dejar de hacer lo que estuviera haciendo, abrir la aplicación en mi teléfono donde estaban los Oficios diarios y rezar.
Era una gran idea, para alguien que lleva una vida distinta a la mía. Las irregularidades y exigencias de mi vida laboral, con múltiples zonas horarias y muchos viajes, y las frecuentes interrupciones de la vida familiar, hacían que dejar de hacer lo que estuviera haciendo para rezar cuatro veces al día no fuera factible. La oración de la mañana y las Completas fueron los oficios que mejor cumplía, y normalmente solo uno u otro en un día determinado. Con el tiempo, todas las alarmas fueron apagadas, excepto una. Al parecer, la alarma que había puesto para la Oración del Mediodía era impenetrable. Ni siquiera estoy segura de cómo o dónde está programada. Pero desde hace cuatro años, a las 12:14 de cada día suena una campanilla en mi muñeca. Me gustaría poder decir que me detengo y rezo todas las veces que suena o que anuncio y predico las alabanzas de Cristo, pero la verdad es que la mayoría de los días apenas puedo poder rezar: «Gracias, gracias», antes de apretar el botón de apagar. Estoy segura de que, si me esforzara más de treinta segundos, podría determinar cómo apagar la alarma permanentemente. Pero, ¿dónde estaría la esperanza?
Para reflexionar
¿Qué campanas son frecuentes en su vida? ¿Las campanas de la escuela? ¿Las campanas del campamento? ¿Las alarmas? Tal vez vive en un lugar donde las campanas de la iglesia tañen frecuentemente. ¿Podría empezar a oír esas campanas como recordatorios para ofrecer oraciones de acción de gracias y alabanza? ¿Es algo que toda su comunidad podría practicar junta?